Llegue a casa tras mi visita a casa de Kristen, fuera llovía a cantaros como si por alguna razón la luna y el sol se hubieran enfadado dando lugar a un baño de lágrimas. Entre al recibidor deje mis llaves junto con mi bolso sobre la mesita de cristal y grite:
-Will ¿estás en casa? - pero no hubo respuesta -¿Will?
Nadia respondió a mi respuesta pero aun así sabía que William estaba en casa podía olerlo, era capaz de sentir sus leves respiraciones en algún recóndito lugar de nuestra enorme mansión. Ascendí piso por piso sin hallar rastro de mi amigo. Hasta que llegue al último piso donde se encontraban nuestros dormitorios.
Conforme me acercaba a su cuarto más fuerte se volvían sus respiraciones, latidos y hedor cada paso que daba me acercaba a la respuesta de por qué Will no quería verme. Sin más alce mi pierna con suma gracia y entré junto a Will.
La imagen que encontré fue como poco una de mis peores pesadillas. Vi a Will tirado sobre lo que fueron sus sabanas color perla, cubierto de arañazos y sangre por todos sitios. Instintivamente corrí hacia el aferrándolo entre mis brazos.
-¿Que te ha pasado?- pregunte con voz apagada.
-Solo son unos arañazos no te preocupes Elena - susurro en un intento de que su voz pareciera firme.
Le puse mi dedo encima de sus carnosos labios en forma de reproche y corrí hacia la tercera planta en busca del botiquín. Yo nunca fui buena en medicina de echo hasta hace poco la sangre me mareaba. Agarre la enorme caja que era el botiquín y corrí hacia arriba.
Al llegar pude ver que había mucha sangre como para limpiarla con un algodoncito mojado en alcohol así que corrí en busca de un paño esterilizado y agua caliente.
En cuanto los obtuve fui directa al cuarto de Will.
-¿Dónde te duele más?- me aventure a preguntar.
-Por el cuello- dijo con un hilo de voz.
Sujete el paño con cierta inseguridad, lo empape en agua caliente y comencé a limpiar la herida. Sin querer hice un movimiento un poco más brusco de lo que debería con el paño y Will se quejó un poco.
-Lo siento- solté avergonzada.
-Shhh…, lo estás haciendo muy bien- me dijo con el mejor timbre que pudo entonar.
Cuando termine de limpiar el enorme arañazo que cruzaba el cuello de Will, cogí un algodón mojado en alcohol y cuando me disponía a acercarme a la herida mi mirada se encontró con la de Will. Nos miramos sin poder apartarnos ni un solo milímetro el uno del otro y nos vimos atrapados en una especie de cúpula, él sonreía a pesar del dolor y yo simplemente estaba ahí quiete mirando fijamente esos enormes ojos verdes que tanto deseaba. De poder haberme ruborizado lo hubiera estado pero desde que abandoné el mundo de los vivos o por lo menos de los mortales había perdido cualquier capacidad de expresar mis sentimientos, mis miedos, mis debilidades.
Seguimos observándonos sin saber bien que decir. Cuan de repente algo me fue empujando hacia él, sin poder parar de mirar, sin poder hacer que cesaran mis sentimientos hacia él. Lentamente nos fuimos pegando cada vez más hasta que nuestros labios se encontraron chocando el uno con el otro alterados, nos dejamos llevar por la novedad en un baile desenfrenado marcado por el romance de nuestros corazones. Ya nada importaba, el tiempo había dejado de pasar, todo se había congelado a excepción de una cosa, nuestro amor.